SOBRE LA FE Y LA CREENCIA, Y SUS DISTINCIONES
DEFINICIONES CENTRALES
Creencia: acto de conceder confianza a determinados
postulados. Tales postulados pueden ser inductivos o deductivos. De este modo,
un postulado inductivo genera creencias dado su carácter probabilístico,
siempre mejorable. Y un postulado deductivo genera creencias cuando resulta indemostrable,
por ejemplo, la fe. Así pues, diremos que la creencia es un género de
comportamiento. Y que cada especie de creencia, no puede entenderse como la
Creencia en sí. Pues entre la misma Idea de creencia hay conflictos internos
que no se resuelven en la univocidad de ésta Idea en una entidad abstracta
suprema: la Creencia. Por el contrario, ofreceremos y sostendremos una división
de la Idea de creencia que nos ha parecido apropiada frente a ciertos errores
mundanos con los que nos hemos encontrado.
Fe: especie de creencia, consistente en la defensa y
sostenimiento de ciertos principios fundamentales, no en base a inducciones mejorables
sino por pura y ciega confianza en Dios y sus Ministros. Con lo que, la fe
ocasionaría la defensa y sostenimiento de toda suerte de deducciones basadas en
principios fundamentales que no son ni demostrables ni racionales: son
creencias fundadas en la fe y la ciega confianza.
Razón: institución objetiva que no es pensamiento individual
ni emanación subjetiva de nadie. En cambio, consistiría en todo principio y ley
lógicamente valido y sostenido en una ontología pluralista. El monismo (“todo
está conectado con todo”), en cambio, será origen de la fe, al menos de la fe monoteísta
cristiana.
EXPOSICIÓN DE NUESTRAS TESIS
TESIS PRIMERA: Creer racionalmente, no es lo mismo que creer
irracionalmente
Para entender la división entre la creencia racional y la
creencia irracional, será preciso desarrollar con mayor profundidad lo que
entendemos por “razón”. Para empezar, como hemos ya mencionado, hacemos reposar
la razón en todo principio o ley comprobable lógicamente o reposado en una
ontología no-monista (a saber, que niegue el postulado de que “todo está unido
con todo”). Así pues, será razonable aquel juicio que no establezca discursos
que incluyan proposiciones contradictorias; y será también razonable aquel
juicio que se niegue a establecer o defender tesis que contradigan el principio
de discontinuidad inherente a la symploké platónica. De este modo, razón será
una institución, no ya el sujeto individual. Pues la lógica que sostiene a la
razón no es pensamiento del individuo ni tampoco invención suya: es una entidad
externa no subjetiva. Lo mismo con la ontología: no es pensamiento del
individuo sino realidad externa objetiva. Con lo cual, la razón no es
subjetiva, con esto, decimos que pensar no es razonar: se puede pensar
irracionalmente. De hecho, a mi parecer, no es posible hablar de
contradicciones a menos de que “existan”, al menos como accidentes,
determinados eventos contradictorios, por ejemplo, discursos retóricos que
posibilitan la existencia de esa misma idea de contradicción, la cual, de otro
modo, sería imposible que existiera. Aunque este es un tema sobre el cual
podría tratarse más detenidamente en otros apartados.
Por ahora, definiremos la razón como entidad objetiva, subordinada a la lógica y defensora de una ontología pluralista (o critica de una ontología monista, que es lo mismo). Y lo irracional, será precisamente aquella subjetividad, muchas veces engañosa, que no se sostiene sino en el deseo individual. Subjetividad que, no por ser errada, será indiferente para lo racional; en cambio, es precisamente en función de la subjetividad y sus errores que es posible la existencia de lo racional. Pues lo racional no es sino rectificación de lo irracional. Lo racional trabaja sobre lo irracional tal como el cincel trabaja sobre el mármol: mutuamente se necesitan por contrarios que aparezcan.
TESIS SEGUNDA: Creer racionalmente no implica tener fe;
aunque tener fe sí implique creer irracionalmente, no racionalmente
Ahora bien, la fe no será una creencia objetiva pues no
puede sustentarse únicamente bajo la lógica: es necesario que le apoye la ciega
confianza en un porvenir terrorífico, por ilógico que éste aparezca. De este
modo, la fe no será una creencia racional, si bien existen muchas escuelas que
han intentado justificar la fe racionalmente, véase el caso de la escolástica;
y sin embargo, no se olvide que en tales contextos: primero, la filosofía debía
ser esclava de la teología, lo contrario era hoguera; segundo, aun pese a todas
las justificaciones racionales, era imposible no referir al menos mínimamente a
una fe proveniente de principios incomprobables, principios que escapan a
nuestra comprensión y deben ser afirmados ciega y obligadamente. Con lo cual,
decir que la fe es una creencia racional implica pasar por alto su carácter
indemostrable racionalmente, y que por ende, debe abrazarse emocional y subjetivamente;
acarreando con ello una crianza desde momentos en los cuales el sujeto no ha
desarrollado una cosmovisión del mundo más o menos exacta y sólida todavía,
momentos que posibilitan la implantación de una “meditatio mortis” subordinada también
a la teología. Tal es y no otra la función de las diversas escatologías.
Así pues, creer en determinados postulados de ciencias como
la química clásica o la física newtoniana no es lo mismo que creer en la Virgen
María. De ahí que a nuestros oídos suene tan burdo y grosero el que se afirme:
“también los ateos creen en las ciencias”. Pero es que los postulados
científicos pueden comprobarse demostrándolos, y si no funcionan, se los
desecha. En cambio, los postulados teológicos ni pueden demostrarse, ni tampoco
se desechan cuando son indemostrables; por el contrario, se los abraza
irracionalmente, esto es, con el corazón.
TESIS TERCERA: A Dios no se llega inductivamente; sino
deductivamente y por acto de fe
Para nadie que haya estudiado teología resultará extraña la noción
de que a Dios se lo puede significar por medio de las cosas causadas por él.
Así pues, sería posible “conocer” a Dios, al menos parcialmente, a través de su
Creación. Pues lo que se predica de las cosas causadas, puede predicarse en
parte, también del Ente Causante, la Causa: Dios. Tales son los postulados de
la llamada teología katafatiké[1],
en oposición a la teología apofatiké, la cual niega que Dios pueda ser
significado o entendido a través de las cosas que son. El método más usual para
defender a Dios inductivamente, a mi parecer, vendrían a ser los argumentos
cosmológicos de Aquino en sus cinco vías. En efecto, Dios aquí pretende ser
demostrado a partir de la causalidad, necesidad, etc., que son evidentes en el
mundo visible. Esto es, se pretende demostrarlo inductivamente, no deducirlo a
partir de un primer principio indemostrable. Y si bien es admirable el rigor y
la minuciosidad filosófica con que son tratadas estas nobles y dignas
cuestiones teológicas (y no estoy siendo irónico en absoluto, ojo), en honor a
la verdad, a Dios no se lo puede defender inductivamente. Inclusive, el tan
cacareado argumento de causalidad incausada, o “causa sui”, por más que intente
aparecer como un argumento inductivo y racional, basado en la evidencia
sensible (todo deber ser causado por algo; y no pueden seguirse causas ad
infinitum); resulta que este mismo argumento contradice otra evidencia
sensible, a saber, la necesidad ontológica de un coexistente para todo ser.
APARTADO: CONTRA LA IDEA DE CAUSA SUI
SUPUESTOS
1. En el supuesto de que exista una Causa
incausada, se implica la necesaria existencia de un ser que no coexista con
ningún otro ser; pues ésta Idea supone una causa suprema, causante de todo y a
la que nada puede causar, esto es: no puede haber dos causas primeras, sólo
una. En este supuesto, además, se rompe el principio de discontinuidad de la
symploké en la medida en que la Causa suprema lo conecta todo en sí misma, pues
al ser Causa de todo, conecta todas las cosas causadas por ella sola.
2.
De haber dos causas incausadas, mutuamente no
podrían causarse la una a la otra, con lo cual, cada causa incausada causaría
su propio mundo, independientemente del mundo causado por otra causa incausada.
De tal suerte que habría tantos mundos cuantas causas incausadas existan. Sin
embargo, puesto que tales suposiciones no pueden demostrarse: sólo cabe
imaginarlas.
CONCLUSIÓN
Así pues, por más lógicos que quieran aparecer los
agnósticos que niegan la posibilidad de rechazar la existencia de una causa
incausada, sepan que tal idea va contra el principio de coexistencia; principio
ontológico sin el cual ningún ser puede ser. Y que postular varias causas
incausadas es ya algo que sólo puede tener sostén en la fantasía individual de
cada sujeto. Aunque bueno, esto es así para una creencia lógica y no monista,
aferrada siempre al ensayo y comprobación de sus hipótesis, esto es, una
creencia racional.
[1]
Juan Escoto Eriúgena. División de la Naturaleza. La (teología) apofatiké y
katafatiké. Edición Orbis, 1984.
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