SOBRE LA IDEA DE PROGRESO
UN UNIVERSO QUE PROGRESA
Es frecuente encontrarnos con la idea de que el Universo, por sí mismo, tiene un plan escondido en sus entrañas que, si bien nadie conoce plenamente, se está ejecutando a cada momento. Desde los griegos hasta los católicos modernos, la idea sigue presente de algún modo u otro en el panorama ideologico contemporáneo. Las variaciones de esta idea pueden ser incontables, sin embargo, lo central de todas estas variaciones sería el postulado de un Orden teleológicamente definido para el Universo. En su punto máximo, podría establecerse como ejemplo de un Universo teleológicamente Ordenado, a los misticos musulmanes (Algacel, por ejemplo[1]) que rechazaban el principio de causalidad, por considerar que el Universo no se regía por causas y efectos, sino por un plan ordenado por Alá. Si añadimos a esto la escatología respectiva, estaríamos frente a una cosmovisión en la cual el Universo está Ordenado por un Plan divino que tiene como fin un objetivo particular, a saber, la salvación de las almas buenas, y el castigo de las malas.
Contra semejante Idea de Universo, identificado con un Plan teleológico, es que erguiremos nuestra propia definición de Progreso, esbozándola de forma que sea critica con aquella idea de Progreso que establece al Universo como una entidad capaz de progresar por sí misma, al ser creación divina con planes específicos.
EL PROGRESO COMO DISTINTO DE LOS CAMBIOS EN EL UNIVERSO
Para hablar del progreso, necesitamos hablar de un sujeto capaz de establecer programas a un nivel teleológico. Es decir, la idea de progreso que defenderemos se planteará critica con la Idea de un Universo capaz de progresar, independientemente del Hombre. Algo así como un Universo ya definido y programado por alguna Inteligencia Superior, tal cual lo hemos descrito anteriormente. Con esto, resulta evidente que separamos la idea de Progreso, de la idea de Universo, interpretándolas como seres independientes entre sí. Esto, ya que no identificamos los cambios o transformaciones en el Universo con “Progresos” hacia un fin ultimo.
Habiendo ya definido los límites de la idea de progreso, consideraremos más a detalle las consecuencias hacia las que somos derivados si mantenemos la interpretación ya establecida. Como dijimos, no hay un Orden teleológico que rija al Universo entero. Si no lo hay, eso implica que la existencia de órdenes teleológicos en nuestra realidad, exige la previa existencia de sujetos operatorios capaces de configurarlos, desarrollarlos y culminarlos. Dicho de un modo rápido: sin Hombre el Progreso no existe, pues la misma esencia teleológica de la idea de Progreso exige su origen en el Hombre, no en el Universo como tal.
Establecidos ya los puntos nucleares de nuestra Idea de Progreso, estableceremos ahora una tesis que, a nuestro parecer, quedaría demostrada precisamente en la definición de Progreso que ya hemos ofrecido. A saber: no hay Progreso sin apropiación de un territorio material por parte de un Colectivo Social. Con esta tesis, lo único que postulamos es una conclusión lógica derivada de los puntos ya precisados con anterioridad. Es decir, si el Universo per se, es incapaz de Progresar puesto que carece de un Orden teleológico, lo único que nos resta afirmar es que el progreso resulta posible únicamente en un territorio que ya sea propiedad de un Colectivo Social, el cual funcionaria como “dador” de ordenes teleológicos a la materia trabajada, ósea, el territorio apropiado. De este modo, negamos que un territorio como tal progrese per se; en cambio, si un territorio “progresa”, por ejemplo, en el plano académico o tecnológico, es porque dicho territorio es propiedad de un colectivo social que provoca dicho progreso.
APUNTES CONCLUYENTES
A modo de conclusión, nos gustaría describir una paradoja bastante contemporánea. El progreso socialista que busca culminar en un modelo de producción comunista, esto es, donde la propiedad privada sea abolida, implica, paradójicamente, la apropiación de un territorio, el Estado, para que dicho Progreso pueda ser llevado a cabo. Esto es: la abolición de la propiedad privada, paradójicamente, exige la apropiación del Estado. Apropiación que si bien no podría llamarse privada, tampoco es absolutamente publica, ya que el Gobierno no recaería en las manos de Todos los Proletarios, sino sobre una parte de los mismos. E inclusive, las disputas internas en el Estado generarían conflictos respecto a los programas a seguir, derivando, por ende, en una lucha de progresismos incompatibles entre sí.
Por último, a modo de apuntes, señalaremos que no hay un Progreso armonico realizado por la Humanidad en su conjunto. Es decir, el Progreso como idea no es ni univoca ni armoniosa. De hecho, es una idea equivoca que exige contextualización, así como una idea conflictiva que exige una confrontación entre los diversos progresismos definidos a lo largo de su historia. Contemplada así la situación, no nos queda más que hablar del Progreso y del Progresismo, como ideas equivocas y muchas veces en luchas entre sí mismas. Por ejemplo, no es lo mismo hablar de la idea de Progreso en la teología católica, que hablar de Progreso en la teología musulmana. Ni tampoco es lo mismo hablar de un progresismo socialista con miras a un régimen comunista, que un progresismo socialdemócrata con miras a un régimen todavía capitalista, pero más justo y equitativo.
Así pues, criticamos la idea de un Universo capaz de progresar per se, así como la idea de un Progreso armónico realizado por la Humanidad. Pues la Humanidad en conjunto no progresa dado que no sigue un Orden teleológico común. Por el contrario, lo más evidente en la política real es la confrontación permanente entre planes y programas, incompatibles entre sí. Y esto no sólo en lo que refiere a pugnas entre Estados o Imperios, sino inclusive, pugnas dentro de los mismos Estados e Imperios. Véase que las grandes transformaciones sociales no han sido dadas solamente a través de Guerras como tal, sino también, a través de Guerras Civiles.
[1] Zeferino González. Historia de la Filosofía (1886). Algacel: “Porque el autor de la Destructio philosophorum, como todos los escépticos, dirige y multiplica sus ataques contra el principio de causalidad, concluyendo que el enlace permanente y habitual que existe entre ciertas cosas, no procede de leyes naturales y necesarias, ni responde a la causalidad ejercida por la una sobre la otra, sino que procede de la omnipotencia divina, que creó o puso entre ellas cierto enlace o relación permanente y habitual”.
Comentarios
Publicar un comentario