SOBRE LA TENSIÓN Y LA RELAJACIÓN COMO COSTUMBRES TRABAJADORAS
1) Sobre los trabajadores, el oficio y la profesión.
Oficio refiere a la entidad contratante del asalariado o individuo trabajador. Luego, obviamente refiere la ubicación del trabajador en una empresa, industria o institución cualquiera, sea ésta de carácter privado o pública. Afirmamos que la cuestión central del oficio consiste en su carácter de empleador de trabajadores que vuelve a estos profesionales asalariados.
Profesión consiste en las funciones ejercidas por el trabajador según sus estudios, sus profesores y prácticas laborales en un determinado oficio. Por ende, profesión refiere al individuo trabajador, mientras que oficio refiere a la entidad comercial o industrial que lo contrata.
Trabajador es aquel sujeto operario que ejecuta determinadas técnicas o maneja determinados objetos tecnológicos, siendo tales ejecuciones técnicas o tecnológicas aquellas gracias a las cuales se le considera profesional, y a través de las cuales es capaz de desarrollarse en su oficio.
2) Reflexiones consecuentes
Decimos que la profesión es distinta del estudio de la misma, porque estudiar determinada profesión, no es una profesión como tal. Así como ser practicante de tal profesión, no vuelve al practicante un profesional en estricto sentido. No obstante, el estudio de una profesión consiste en el intermediario a través del cual se la obtiene, de modo que sólo se es profesional, aprendiendo antes la profesión y sus técnicas.
La profesión refiere al individuo trabajador, pero aunque éste sea <<consecuencia>> de sus maestros, no podemos volver equivalente maestro con aprendiz como no podemos igualar dos números naturales desiguales entre sí, a pesar de mantenernos en el campo encerrado de los naturales. Maestro y aprendiz son comunes respecto a los campos tecnológicos o técnicos en los que se desarrollen. Pero como maestro, el individuo trabajador es ya un profesional académico que tiene oficio de profesor. Pero el aprendiz, a pesar de aspirar a la misma profesión de su maestro (no el mismo oficio, necesariamente), es todavía un aspirante, no un profesional. Notemos esto en la vida universitaria, o en oficios que exigen periodos de entrenamiento no remunerados. Según los criterios expuestos, debemos aceptar que los títulos académicos determinan al profesional, y restringen su campo de oficios. Luego, las posibilidades de adquirir oficios se restringen a la profesión particular del individuo trabajador.
Habiendo destacado las siguientes ideas con las cuales procederé a trabajar, vamos a empezar por el principio. La tensión laboral es equivalente a la tensión muscular que genera un esfuerzo determinado por algún miembro corporal, luego, decimos que ese miembro corporal se ha tensionado, y decimos que se destensa cuando la tensión ha concluido, dando paso a la flojedad o relajación muscular debido a la ausencia de esfuerzo físico. Como los fisioterapistas recomiendan hábitos de ejercicio que implican necesariamente trabajos de tensión-distensión muscular para ayudar a los músculos a no desgastarse y mantenerse saludables, nosotros aconsejaremos unos pequeños puntos de vista a los profesionales que vean en nuestras razones, fuertes y verdaderas razones.
Nosotros afirmamos que ni la tensión o relajación resultan soluciones univocas frente al desenvolvimiento productivo del trabajador. Por otra parte, consideramos ambas etapas como fundamentales en el aprendizaje de una profesión. Lo que debemos resolver es la distribución adecuada de tales etapas en las situaciones adecuadas. Y es que si bien podemos afirmar: “es tan importante para el aprendizaje del trabajador, la tensión como el relajamiento”, todavía falta responder, ¿y en cuáles circunstancias es menester tensar al trabajador y cuándo relajarlo?
Es menester acostumbrar al individuo, durante su aprendizaje, a la tensión; dado que nosotros vemos a la tensión como una serie de fenómenos óptimos para el endurecimiento del trabajador, tal cual los músculos se robustecen y enduran según el ejercicio que sobre ellos apliquemos. No obstante, cabe resaltar que no es adecuado tensar lo mismo a un aprendiz que al maestro, como no es adecuada la misma rutina de ejercicios para un iniciado que para un gimnasta profesional.
La tensión puede ser la misma, pero de distinta recepción en el aprendiz y en el maestro; en el primero puede resultar demasiado excesiva y en el segundo, demasiado defectuosa.
Ahora bien, según la demanda lo requiera, la oferta exigirá mayor o menor productividad en sus trabajadores (esto es obvio para cualquier empresario), y será según la cantidad de productividad requerida por el oficio en una circunstancia determinada, que la tensión ejercida sobre el trabajador incrementará o decrecerá. A mayor demanda, mayor productividad; a mayor productividad, mayor esfuerzo trabajador.
El punto central, a mi parecer, consiste en lo siguiente: al aprendiz no se lo tensa tanto como al maestro, dado que su incapacidad frente a ciertas eventualidades no lo vuelven apto para tensiones con las que sí puede lidiar el maestro. De este modo, sólo se incrementara la tensión en el aprendiz, en la medida en que su adquisición de técnicas permita su desenvolvimiento en cada vez mayores eventualidades. Dado que una eventualidad profesional sólo se soluciona aprendiendo previamente las técnicas a ser aplicadas en determinados eventos críticos.
Por ahora, quiero plantear una serie de rasgos que me parecen fundamentales para identificar lo que consideramos como un buen trabajador. Esto es, esforzado, cortés y centrado. Siendo sus defectos la vagancia, grosería y distraimiento. Sin embargo, también cabe anticipar que el trabajador adquirirá ciertos hábitos durante el periodo de trabajo, sin que necesariamente tales hábitos deban ser traspuestos a sus rutinas mundanas, esto es: fuera del trabajo. Por lo cual nosotros trabajamos dentro del contexto de un oficio determinado: no fuera de él. Quizá tales análisis correspondan a la moralidad familiar, o a la psicología, pero no a nuestro campo, estrictamente profesional, filosófico.
1. Un buen trabajador surge de costumbres trabajadoras.- afirmamos que tensionar al individuo mejora su productividad, como también afirmamos que distraer o relajar al individuo, decae sus esfuerzos en la medida en que reduce su productividad. Pero hemos traído a colación la idea de costumbre, así que ahora, la tensión y el relajamiento del trabajador son herramientas a través de las cuales adiestrar la conducta del aprendiz y programarla según un régimen de normas determinado. Ahora bien, como costumbre, la tensión obliga al individuo a tolerar gradualmente mayores cantidades de esfuerzo, mientras que el relajamiento lo separa de tales obligaciones. Pero si la tensión es gradual y constante en el individuo, tal cual sucede con los reflejos ópticos (del boxeador, por ejemplo), sucederá que durante el relajamiento, los individuos responderán ante cualquier evento crítico según sus costumbres trabajadoras lo obliguen a esforzarse por resolver tal crisis.
2. La tensión alecciona al hábito perezoso.- es bien sabido que no hay nada más difícil de cambiar en el hombre que un hábito. Por ende, no se cambia un hábito a raíz de una sola experiencia fuerte y espontánea. La prolongación de una nueva norma redirigiendo la conducta del hombre, no necesariamente altera sus hábitos sino que simplemente los acomoda a un nuevo régimen de frecuencias. Teniendo esto muy en claro, resulta fácil entender que un hábito perezoso no se altera mediante un episodio tenso y singular; esto podría alterarlo algún tiempo pero demasiado poco, y entonces el perezoso retornaría a sus hábitos generales. Por el contrario, si la tensión impuesta sobre el perezoso no solo es vigilada (cosa muy importante que debe saberlo también el trabajador para mejorar su productividad), sino además prolongada, entonces el perezoso deberá necesariamente adecuarse a las normas, discriminando durante su oficio tales hábitos perniciosos para la adecuada productividad.
3. Sólo se tensiona más al individuo en la medida en que éste aprenda más.- ya antes dijimos que no es adecuado tensionar más al aprendiz que al maestro. Sin embargo, también afirmamos que la tensión es fundamental en el aprendizaje del aspirante a profesional. ¿Cómo es posible tensionar al aprendiz, cuando acabamos de afirmar que no es adecuado tensionar más al aprendiz que al maestro? Lo que caracteriza al maestro, es la posesión de determinadas técnicas según las cuales se desenvuelve profesionalmente. Lo que caracteriza al aprendiz es su carencia de dichas técnicas de modo que todavía no puede desenvolverse profesionalmente. Sintetizando los dos rumbos, concluimos que en principio, al aprendiz no se lo puede tensionar más que al maestro, dada su carencia de técnicas con las cual solucionar tales eventos críticos y tensos. No obstante, el aprendiz se encuentra en una situación en la cual necesita precisamente rellenar tales carencias, con técnicas o el manejo de ciertas tecnologías. De aquí que una vez adquiridas las técnicas adecuadas para determinados eventos críticos, deba volverse costumbre el conflicto con la tensión puesto que sólo ella refuerza las técnicas adquiridas y las potencia en el individuo.
Comentarios
Publicar un comentario