LA ILUSIÓN DEL LIBRE ALBEDRIO
El presente ensayo tiene como finalidad establecer una crítica contra la Idea de libre albedrio defendida por San Agustín. Si bien no negamos la posibilidad de equivocidad en la Idea de libre albedrio, en éste ensayo será usada dicha idea como si fuera univoca, esto, ya que la Idea que se pretende atacar es de estirpe específicamente agustina.
La intención que aquí nos planteamos es destruir la Idea de libre albedrio agustino, mediante su reducción al absurdo, esto es, la búsqueda de contradicciones inherentes a ella durante su formulación y en la constitución de sus partes. Para esto, nos basaremos en el texto de Agustín llamado: “Del Libre Albedrio”. Posteriormente, a partir de la contradicción con esta Idea, estableceremos nuestra propia Idea de libertad, una libertad materialista.
EL PROBLEMA DE LA OMNISCIENCIA Y LA OMNIPOTENCIA
Indagando en varios portales católicos, se trata el tema del libre albedrio con tal vaguedad, tal superfluidad, que da realmente preocupación lo nefastas que pueden resultar tales explicaciones para una inteligencia cualquiera, aunque especialmente una infantil. Y esto, no porque lo digamos ni siquiera desde nuestra perspectiva atea y materialista; por el contrario, afirmar que “conocer no es lo mismo que determinar”[1], es algo que atenta directamente contra la Unidad que debe imperar entre la Omnisciencia y la Omnipotencia. Puesto que, si Dios conoce que sucederán ciertas cosas, y estas no suceden porque el libre albedrio no las lleva a cabo: eso quiere decir que Dios conoce que sucederán ciertas cosas que, sin embargo, no puede él mismo llevar a cabo. Pues el libre albedrio de sus creaturas se lo impediría. No obstante, esto jamás sucede, ya que todo lo que Dios conoce sucederá.
Así pues, no hay diferencia extensiva entre la omnipotencia y la omnisciencia; tampoco hay posibilidad de que alguna parte de la omnisciencia no esté en la omnipotencia. Ambos términos son coextensivos y esa unidad es inevitable en un contexto católico. "En Dios el poder y la esencia, la voluntad y la inteligencia, la sabiduría y la justicia son una sola cosa, de suerte que nada puede haber en el poder divino que no pueda estar en la justa voluntad de Dios o en su sabia inteligencia"[2]. Dada esta realidad, todo lo que está en la omnisciencia, estará también en la omnipotencia; y viceversa. Pero si aceptamos esto, caemos en un determinismo absoluto que no daría espacio alguno en la realidad a tal cosa llamada libre albedrio.
LA IGNORANCIA COMO CAUSA DIRECTA DEL LIBRE ALBEDRIO
Ahora bien, basándonos en Agustín, podemos afirmar que el libre albedrio tiene como causa efectiva la ignorancia del hombre (heredada del pecado original) aun cuando el hombre ha nacido en un estado “tal que, aun no siendo sabio, sí era capaz de recibir un mandato”[3]. Pues el hecho de que el hombre nazca con la capacidad de recibir sabiduría, no implica que sea sabio. Así, nace en un estado de ignorancia que sería la causa directa del libre albedrio. En este aspecto, debemos conceder su parte de verdad al mito. “El que puede administrar el todo puede administrar también una parte, pero no se sigue que el que puede lo menos pueda lo más”[4]. En efecto, el intelecto humano, al ser creación parcial de Dios (o aunque no lo sea), no puede conocer la Inteligencia de Dios, y así, tampoco puede ser omnisciente. De aquí que la ignorancia en que nacemos, sea la causa directa de nuestro libre albedrio, pues gracias a ella existiría la “apariencia” de que hacemos las cosas voluntariamente, aunque en verdad respondamos al Plan necesario de Dios. “No será la ignorancia y los desfallecimientos castigo del pecado para las almas que vienen a la existencia, sino un estímulo para hacerse mejores y un principio de su perfección”[5].
Pero seamos claros, no porque el hombre sea incapaz de poseer la omnisciencia, deberá existir la omnisciencia en un ser omniabarcante. No existe semejante necesidad ni debe existir tampoco la omnisciencia. Aunque no nos parece que el presente ensayo sea adecuado para el tratamiento de esta cuestión.
DIOS COMO PREDETERMINADOR ABSOLUTO Y CONDICIONANTE OMNIPOTENTE
Si bien la ignorancia y su “espejismo” sobre la existencia humana aparece como una suerte de lugar en donde el individuo puede actuar sin obligación alguna coartándole: sólo sí mismo; en la misma obra de San Agustín se presenta a Dios como un predeterminador absoluto, exactamente, ya llegando al final de la obra, cuando Evodio se cuestiona sobre cómo es posible que no haya contradicción entre la omnisciencia y el libre albedrio, más aún cuando Agustín le revela la existencia de una clasificación de almas, en las cuales unas estarían previstas para nunca pecar, esto es, el alma de los ángeles; otras previstas para pecar un poco sin que deban fijar su existencia en el pecado, esto es, el alma de ciertos hombres que pueden salvarse; y otras previstas para perseverar en el pecado, aunque evidentemente, el espejismo de la ignorancia pueda hacerles creer que pueden salvarse, aunque realmente no tiene que ser así. Pues si un alma que estuviera prevista por Dios para pecar siempre, dejara de pecar: entonces no existiría ya unidad entre la omnisciencia y la omnipotencia, y Dios prevería cosas que el libre albedrio humano puede eludir.
EV: De todas maneras, quisiera saber, si es posible, por qué no pecan aquellas criaturas que Dios previó que no habían de pecar, y por qué pecan los que él previó que habían de pecar. Ya sé que la presciencia de Dios no obliga ni a pecar a éstas ni a no pecar a aquéllas.
Sin embargo, si no hubiera de esto alguna causa, no la habría para que las criaturas racionales se dividieran en criaturas que nunca han de pecar, criaturas que han de perseverar en su pecado y criaturas que alguna vez han de pecar, pero que han de arrepentirse y volver a obrar bien. ¿Cuál es la causa que las clasifica en estas tres categorías?
No quiero que me digas que es la voluntad la causa de eso, pues yo te pregunto por la causa de la misma voluntad, porque pienso que no sin causa tiene aquella criatura voluntad firme de no pecar jamás; ésa, voluntad de no apartarse de pecado y la otra, voluntad de pecar algunas veces y otras no, siendo todas de la misma naturaleza. A mí me parece ver claramente que esta triple división de la voluntad de la criatura racional debe tener su causa, pero lo que ignoro es cuál sea ésta[6].
Sin embargo, Agustín reprende a Evodio por inquirir tanto por las causas ultimas, comparando su curiosidad inacabable por la información con la codicia hacia los metales preciosos, dado que, “la avaricia, que en griego se llama filapyupía, amor a la plata, no tiene por objeto sólo la plata o el dinero, (…), sino que tiene por objeto todas las cosas que se desean con apetito desordenado, dondequiera que absolutamente se desea más de lo que es suficiente”[7].
Ahora bien, estas dudas de Evodio realmente no son infundadas, puesto que en el Capítulo Quinto del Libro Tercero, cuyo título no nos deja nada a la imaginación: “Dios es laudable en la creación de todas sus criaturas, incluidas las pecadoras y desgraciadas”, nos encontramos con estas afirmaciones de Agustín:
Toda alma es mejor que cualquier cuerpo, y cualquier alma pecadora, por mucho que se haya rebajado, no llega a convertirse jamás en cuerpo, ni pierde en absoluto aquella perfección por la que es alma. (…)
¿Por qué razón, pues, no se ha de alabar a Dios y se le han de tributar los más inefables encomios por haber creado no sólo las almas que habían de ser constantes en la observancia de las leyes de la justicia, sino también otras muchas que previó habían de pecar, y otras que no sólo habían de pecar, sino que habían de perseverar en su pecado, siendo así que aun éstas son de condición más noble que todas aquellas criaturas que no pueden pecar por carecer de voluntad racional y libre?
No obstante, dado que la ignorancia de las criaturas les impide saber cuáles almas han sido creadas con un ser que persistirá en el pecado y cuáles no, el libre albedrío se presentaría como una <potencialidad> inherente a la naturaleza humana, capaz de permitirle trascender las limitaciones de su ignorancia connatural y su debilidad material, directo hacia la Virtud cristiana y la trascendencia espiritual, esto es, la religación con el Uno, Dios. “… en el supuesto de que la ignorancia y las dificultades de la lucha sean naturales, a partir de este estado, debe el alma comenzar a progresar y a elevarse al conocimiento y a la quietud, hasta que consiga llegar a la vida bienaventurada”[8]
Es así, pues, que el libre albedrío de Agustín es realmente superar la materia y el cuerpo, lo sensible y los deseos carnales, para de ese modo, ascender a la libertad verdadera, que realmente librará al hombre del tormento y los dolores del infierno. “Hay una razón suficiente de habernos dado el libre albedrio, y es que sin él no podría el hombre vivir rectamente (…) Cuando Dios castiga al pecador, le dice: “te castigo porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según razón””[9]. Con esto, su libertad es realmente esclavizarse a los designios de un Dios que, en verdad, no permite hacer otra cosa que aquello que prevé. “Pero bien entendido que no hablo sino de aquella libertad por la que se creen libres los que no sirven a otros hombres y la que apetecen los siervos, que desean ser manumitidos por sus señores”[10]. Así pues, ser libre para Agustín es vivir sometido a la “cultura mágica” del momento, trascendiendo para ello nuestras limitaciones materiales, creyendo que existe una posible religación entre los entes finitos y Dios, el eterno; así como una superación de las limitaciones sociales, en la medida en que el cristianismo ha tenido siempre sus enemigos y contradictores.
EL LIBRE ALBEDRIO COMO ILUSIÓN
Habiendo ya expuesto los puntos anteriores, queda claro que el libre albedrio no es más que un engaño, una suerte de espejismo, mediante el cual el hombre cree cometer actos voluntarios, aunque éstos realmente ya vayan predeterminados por Dios. Así pues, nos parece suficiente entender que los actos humanos pueden ser comprendidos desde dos perspectivas opuestas, a saber: la perspectiva divina, y la perspectiva antropológica. Ahora bien, cada perspectiva tendría sus caracteres propios. De este modo, mientras que en la perspectiva divina, no existe ni un antes ni un después ni un ahora, sino que “ve las cosas simultánea y no sucesivamente”[11], como diría Santo Tomás, o se plantea a Dios como algo que es “más que tiempo”[12], como diría Eriúgena; en la perspectiva antropológica sí existe un antes, un después y un ahora. Así también, la perspectiva divina tiene como contenido la omnisciencia, esto es: el conocimiento del Todo. En cambio, la perspectiva antropológica tiene como contenido lo particular, lo especifico. Siendo incapaz de abarcar el conocimiento del Todo, y con esto, incapaz de ser identificado con un ser omniabarcante, al menos radicalmente.
Expuesto lo dicho, afirmaremos que la perspectiva antropológica, entendida desde la teología agustina, es ilusoria y engañosa. Prueba de esto lo tenemos con el libre albedrío, que aunque parezca una Idea voluntarista, realmente es profundamente determinista. Además de que es imposible que la perspectiva antropológica posea necesariamente la verdad absoluta sobre la omnisciencia divina. Baste recurrir a la teología apofática para generar estas consecuencias teológicas. “De todas cuantas significaciones la katafatiké reviste a la divinidad, la apofatiké no ignora cómo expoliarla. Pues si, por ejemplo, una dice “Es la Sabiduría”, vistiéndola con ella, la otra dirá, desnudándola, “No es la Sabiduría”. Pues una afirma “Puede ser denominada tal”, pero no asegura “Propiamente es tal”; y la otra muestra “No es tal, pese a que pueda ser llamada tal” (…). En efecto, cuando se habla de que “Es Superesencial” (o más que Verdad) no puedo entender otra cosa que una negación de la esencia (o de la Verdad). Abiertamente quien dice “Es Superesencial” (o Superverdadero) está negando que sea esencial (o verdadero)” [13].
De este modo, el libre albedrio, según la perspectiva antropológica, sería una potencialidad divina que nos ha sido dada para, voluntariamente, salir de la ignorancia que heredamos del pecado original, y ascender a la Sabiduría, esto es, la Fe, la positividad teológica, es decir: la teología catafática, que afirma y predica positivamente de Dios.
Pero desde la perspectiva divina, el libre albedrio sería un ser con caracteres propios y determinados, aunque radicalmente incognoscibles para la perspectiva antropológica (teología apofática). Es decir: Dios sabe cada cosa que hará el libre albedrio, y nada que éste haga puede escapar a la presciencia divina. Así, desde la perspectiva divina, todo acto está ya predeterminado y, por ende, no es voluntario; parece voluntario para la perspectiva antropológica dada la ignorancia característica de las criaturas. Pero entonces, volvemos a lo mismo: la voluntad agustina parece voluntaria, y sin embargo, está completamente predeterminada por Dios.
A nuestro modo de ver, esta Idea del libre albedrio sería más bien práctica que verdadera, y eso es lo que interesaría a Agustín. Dado que, y esta es la razón de su texto, si Dios comete los pecados del individuo y no la voluntad, entonces uno no sería culpable de pecar sino Dios. Con esto, el sujeto podría entregarse a un determinismo que se vuelva excusa para cometer los peores actos, fundado en que no los hace voluntariamente. Contra esta moral es contra la que Agustín lucha, y para ello, lo que importa es confeccionar una Idea que, si bien no sea más que una ilusión, una apariencia: resulte útil para que el hombre crea que puede ser agraciado por Dios a través de sus voluntarios actos de fe. Y entonces, lo que vale para Agustín no es ya tanto la verdad teológica o la abundancia de información en su Idea, de aquí que critique a Evodio por avaricioso al inquirir tanto. Lo que vale para el Santo es que la Idea funcione contra el enemigo, y brinde una solución práctica para los creyentes confundidos.
CONCLUSIONES
Ahora bien, la conclusión que demos a este problema del libre albedrio, entendido bajo el prisma de la Unidad entre la omnisciencia y la omnipotencia, será de vital importancia. Pues de esta conclusión derivará nuestra propia definición de libertad. De este modo, antes de concluir algo, resultaría preferible clasificar las conclusiones posibles. A saber, vemos dos caminos a elegir: contradecir radicalmente al libre albedrio; o bien, incorporarlo a la filosofía propia aunque cambiando su referente central, a saber, Dios. Con el fin de exponer claramente cada parte de nuestra disquisición, desarrollaremos independientemente cada conclusión, y una vez expuestas elegiremos una u otra, dando para ello nuestras razones.
a) Mantener la Idea de libre albedrio pero cambiando su referente central, Dios, por el Hombre
Por un lado, cabría la posibilidad de mantener la idea de libre albedrio pero cambiando su referente central, Dios, y suplantarlo por la Idea de Hombre, con lo cual, éste podría deslindarse de todo limite material y corpóreo; sensible y carnal, entregándose no ya a Dios, sino a sí mismo no en tanto cuerpo, sino más bien, en tanto voluntad pura. Con esto, la idea de autodeterminación aparece como la libertad verdadera. No se anula el libre albedrio porque se sigue interpretando la libertad como superación de las barreras materiales y corpóreas; cambia en tanto su eje ya no es Dios, sino el Hombre, esto, con el fin de adentrarse en el yo puro, la psiquis en sí misma. Así pues, el yo no sería ya el cuerpo de uno mismo; sino la voluntad, la voluntad subjetiva, independiente y libre de todo condicionante objetivo. Un ejemplo de esto podría verse claramente detallado en el “sentimiento interno” del Dr. Rafferty, expuesto en su artículo llamado: “El desarrollo de la identidad de género en los niños”[14].
Dicho esto, la conclusión de mantener el libre albedrio, cambiando su eje central por el Hombre (algo así como un giro del teocentrismo al antropocentrismo, esto es: el pecado católico de la soberbia), sería directamente la libertad verdadera como autodeterminación. Y una tal autodeterminación que hasta se presupondría capaz de trascender los limites materiales y corpóreos que lo condicionen. Esto es, literalmente: el delirio absoluto. Dicho esto, ya supondrá el lector la toma de partido que tomaremos más adelante, pero sigamos.
b) Contradecir radicalmente al libre albedrio
Rechazar el libre albedrio de forma radical implicará destruir por completo su composición, empezando primordialmente por su esencia, a saber, su antimaterialismo y anticorporeismo. Pues recordemos que el libre albedrio consiste en la perpetua posibilidad de trascender la materia y el cuerpo hacia lo divino, lo superior. Que no siempre ocurra esto por la predeterminación divina es verdadero con respecto a Dios; pero con respecto a la criatura, también es verdadero que siempre puede superar la materia y el cuerpo, dado que ignora si fue creado como un desgraciado eterno o no. Así pues, la esencia del libre albedrío agustino es que siempre puede usarse para trascender la materia y el cuerpo, aunque no siempre suceda así. Esta potencialidad del libre albedrio agustino es precisamente lo que cabe destruir, pues esta potencialidad es el rasgo más antimaterialista y anticorporeista que cabe considerar en esta idea.
Para esto, resulta necesario recluir al hombre en lo material, y específicamente, lo corpóreo. Pero no momentáneamente, esto es: durante esta vida, y Dios sabrá lo que venga después. No, tal es un deísmo escondido tras la máscara de un débil y flacucho indiferentismo. Algo aberrante a nuestros ojos. El hombre es material y lo será durante toda su vida, y acabada esta, seguirá subsistiendo materialmente, aunque ya no en tanto cuerpo sino en la forma de recuerdos, enseñanzas, consejos, que siguen y seguirán operándose en el plano de lo material, y sin necesidad alguna de recurrir a un principio primero espiritual. Como si para que un hombre sienta dolor ante la pérdida de su mujer, tuviera esta que aparecérsele como fantasma. La materia no se presenta únicamente en la forma de cuerpo, si bien el cuerpo debe organizarse como lo primario en una filosofía que comience a ser materialista.
Así pues, restringido el hombre a la materia y al cuerpo, se postulará que no es posible la libertad sin antes organizar de este modo las partes constituyentes del mundo que rodean y conforman al individuo. Si antes el libre albedrío posibilitaba liberarse de la materia y el cuerpo una vez conocida la Sabiduría; esta idea de libertad contraria al libre albedrio no lo permite, sino que debe someterse a las leyes y principios de la materia y el cuerpo para ser genuinamente libre. No es ya la libertad verdadera trascender la materia; es someterse a ella. Ni siquiera es controlarla; es actuar sobre ella siempre con la posibilidad de que estos actos individuales sobre la materia desencadenen eventos que escapen a toda libertad individual, y que, por ende, se vuelvan ingobernables al nivel de las voluntades subjetivas. En este sentido, nuestra misma libertad nos conduciría hacia caminos en los cuales no somos libres de decidir las consecuencias de seguirlos. O también, aunque queramos algo, después de quererlo no somos libres de dejar de haberlo querido. Y así, el pasado y demás entidades materiales actuarían como determinantes no divinos y que, sin embargo, condicionan y delimitan las libertades individuales. “Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de «libertad» se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo eso que dicen de que las acciones humanas dependen de la voluntad son palabras, sin idea alguna que les corresponda”[15].
DECISION FINAL:
En efecto, nuestra posición respecto al tema del libre albedrio será una crítica radical hacia esta Idea, con lo cual, no buscaremos rectificarla, cambiando su eje de un ser divino a un ser antropológico. Directamente tumbaremos la idea y la haremos añicos con la fuerza de la misma realidad.
Habiendo expuesto a la autodeterminación por un lado, y a la libertad materialista por otro, quedaron sentadas ya sus diferencias básicas. No obstante, ahora cabe plantear de forma práctica la idea de autodeterminación, para en base a sus contradicciones derivarnos hacia la conclusión necesaria, esto es: la libertad materialista. No presupondremos que la libertad materialista es la verdadera; llegaremos a ella como verdadera por negación de la autodeterminación como libertad verdadera.
TEORIAS QUEER: EL AUTODETERMINISMO PRACTICADO
Hoy en día no resultará extraño para nadie la existencia de un sinfín de ideologías que pretenden defender la potencialidad individual de cada sujeto para autodeterminar su género, dado que bastaría el testimonio subjetivo y voluntario de cada cual para ello. Y si bien hay estudios que intentan justificar estos desordenes sexuales basándose en fundamentos materialistas, a saber, neurológicos, por ejemplo; no hay conclusiones concluyentes sobre las causas materiales de los desórdenes transexuales. De aquí nuestra crítica hacia las teorías queer y sus ideas autodeterministas. Para un trato más detallado del tema, recomendamos visitar nuestro artículo: “Teorías queer, ¿materialistas o subjetivistas?[16]”.
Ahora bien, esta autodeterminación implicaría una potencialidad para trascender lo material y corpóreo, cuando un sujeto con órganos sexuados masculinos es hormonado porque siente que quisiera parir un hijo, aunque no pueda. Es decir, se le dan esperanzas de que podrá alcanzar lo que quiere, aunque se sepa que es imposible. Y esto no es algo que controle el individuo.
Un ejemplo de idea autodeterminista sería el “sentimiento interno” del Dr. Rafferty. Pues aunque lo considere afectado por entidades biológicas y sociales, lo que prima sobre todo esto es lo psicológico, esto es, la subjetividad individual. De este modo, no resulta raro leer cosas así: “si bien la conducta especifica de género de un niño (es decir, la expresión de género) puede aparecer, en algún momento, influenciada por la exposición a estereotipos y a su identificación con las personas de su vida, no es posible cambiar el sentimiento interno de ser una niña, un niño, algo entre el medio u otra cosa (es decir, la identidad de género)”.
Así pues, de la práctica del autodeterminismo en las teorías queer, concluimos que no somos libres para autodeterminarnos, pues no es posible trascender subjetivamente el cuerpo y la materia más que por engaños (entiéndase en el ejemplo, cirugías estéticas).
LA CONCIENCIA DE NECESIDAD: LA LIBERTAD MATERIALISTA PRACTICADA
Tenemos noticia leve de que Spinoza hablaba ya de la conciencia de necesidad como libertad verdadera. Sin embargo, no es algo que podamos comprobarlo directamente, dada nuestra carencia de estudios respecto a tan magnánimo autor. Sin embargo, lo que sí que podemos comprobar, es que los comunistas exponen esta libertad como verdadera, precisamente en oposición a la libertad espiritualista, que nosotros identificamos con el libre albedrio. ““La libertad consiste, de consiguiente, en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior; en el dominio basado en el conocimiento de las necesidades de la naturaleza” (Engels). En consecuencia, la libertad es la necesidad consciente. Sin comprender la necesidad, no puede haber verdadera libertad”[17]. De aquí que la libertad verdadera sea el tomar conciencia de las necesidades materiales que condicionan nuestro entorno, y así, vivir acoplados a ellas, pues sólo así actuaremos con verdadera libertad. Baste un ejemplo: el autodeterminismo es simplemente inútil cuando se trata de plantearse cómo ser libre para cruzar un Océano. ¿Es que acaso se cruza un Océano autodeterminandose a ello? Suena ridículo, y en efecto, lo es. Dado que, para poder ser libre para ello, es ineludible acoplarse a las necesidades que implican al mar, los vientos, las mareas, etc., y ya tomando conciencia de tales necesidades, actuar en consecuencia, consiguiendo acoplar nuestros intereses con las exigencias que las necesidades nos planteen.
Engels: La libertad no consiste en el sueño de independizarse de las leyes de la naturaleza (nota: por ende, esta libertad no debe ser confundida con el libre albedrio). La libertad consiste en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad que esto da de hacerlas trabajar sistemáticamente hacia fines precisos… La libertad consiste, entonces, en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza externa y se funda en el conocimiento de la necesidad natural. Por lo tanto, es necesariamente un producto del desarrollo histórico[18].
De este modo, nosotros afirmaremos que la libertad verdadera no es autodeterminarse, sino más bien, tomar conciencia de las necesidades materiales. Así, el libre albedrío no es libertad verdadera sino esclavitud deísta. Tampoco la autodeterminación es libertad verdadera sino un engaño subjetivista. La libertad verdadera es la libertad materialista, esto es, la conciencia de necesidad. Y no nos avergüenza estar de lado de los materialistas, comunistas, soviéticos y marxistas al decir esto; de hecho, esto es algo que nos enorgullece.
[1] ¿Cómo podemos tener libre albedrio si Dios lo sabe todo? https://es.catholic.net/op/articulos/64514/cat/13/como-podemos-tener-libre-albedrio-si-dios-lo-sabe-todo.html
[2] Santo Tomás de Aquino, S.Th., I, q. 25, a.5, ad 1
https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p3_sp.html
[3] El libre albedrio. San Agustín. Cap. XXIV. Libro III.
[4] Cap. XII. Libro III.
[5] Cap. XX. Libro III.
[6] Cap. XVII. Libro III
[7] Cap. XVII. Libro III
[8] Cap. XXII. Libro III
[9] Cap. VIII. Libro II
[10] Cap. XV. Libro I
[11] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, q. 14, art. 7, rpta.
https://es.catholic.net/op/articulos/64514/cat/13/como-podemos-tener-libre-albedrio-si-dios-lo-sabe-todo.html#modal
[12] Juan Escoto Eriúgena, División de la naturaleza (Periphyseon). Ediciones Orbis, S.A. Libro Primero. Pag. 82.
[13] Periphyseon. Libro Primero. Pag. 72.
[14] https://www.healthychildren.org/Spanish/ages-stages/gradeschool/paginas/gender-identity-and-gender-confusion-in-children.aspx
[15] (Espinosa, Ética, Parte II, Proposición 35, Escolio) https://josemanuelrodriguezpardo.blogspot.com/2017/03/la-libertad-es-conciencia-de-la.html
[16] https://relatosesib.blogspot.com/2021/10/teorias-queer-materialistas-o.html
[17] Diccionario filosófico marxista de M. Rosental y P. Iudin. 1946:177-178
[18] Howard Selsam. Revolución en filosofía. Editorial Grijalbo, S.A. Colección 70. Cap. 5 Hacia una ética científica y materialista. Pag. 148-149.
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